¡Buenas tardes, amig@s! Esta semana estamos de reto. Se nos ha propuesto estar una semana sin comprar nada que esté envasado en plástico, diferenciarnos de la mayoría haciendo lo que la mayoría debería hacer. Se trata de vivir según nuestros ideales y no ser de los que piensan una cosa y actúan apoyando otra: “Soy #ecologista pero no compro productos sostenibles. Me gusta cuidarme pero compro comida basura. Estoy en contra de la esclavitud pero tengo producto realizados en condiciones infrahumanas”. Palabras de Diseño Social.

Todos lo hemos hecho en algún momento o seguimos haciéndolo, no hay que flagelarse por ello solo intentar cambiarlo, empezar poco a poco (como haciendo caso de esta iniciativa que dura una semana) e ir añadiendo cosas a medida que creemos hábitos. Esta semana de no comprar plástico puede servirnos para que, la semana que viene, decidamos que los fiambres los vamos a comprar al corte y ese sea nuestro primer paso hacia el Zero Waste (Cero Residuos) y nuestro primer granito de arena hacia un futuro mejor para el planeta, es decir, para nuestros hijos y para nosotros.

Es importante que sepamos que, como dicen en @disenosocial : “Cuando compramos algo, estamos dando nuestro apoyo e inversión indirecta a un tipo de mundo concreto. Somos financiadores de todas esas prácticas que nos aterran o de aquellas que hacen de este mundo un lugar mejor para todos.

Cada artículo que hay en nuestras casas, en nuestro cuerpo o en nuestras vidas es una apuesta, no sólo estética o económica, sino de apoyo a un estilo de vida y de sociedad. Es nuestra carta de presentación al mundo pero también nuestra forma de moldearlo.

Ya hay varias universidades de todo el mundo que estudian este curioso fenómeno. ¿Qué nos frena para tener una vida más acorde con nuestros ideales? ¿Qué nos impide unirnos para construir un mundo más justo para todos? ¿Por qué no valoramos aquellos productos que realmente están cargados de ética, estética y valor?

Hay  nuevas iniciativas que enriquecen las alternativas consumistas como la economía colaborativa, en la que compartir es la base, o la Economía del #BienComún, que traza unas reglas económicas que ponen el beneficio social en el foco. A esto tenemos que unirle, por supuesto, el consumo local sin olvidarse de la proximidad que también se ha convertido en uno de los principales criterios del ocio y del consumo responsable.”

Es importante que sepamos que hay alternativas a los envases de plástico mucho más sostenibles y ecológicas. Si queréis ver una de ellas, pinchad aquí. Y no hace falta irse hasta Tailandia, nuestros abuelos vivían sin plástico y podían bañarse en las acequias, en los ríos y en el mar sin ningún tipo de peligro químico o residual. Del pasado hay muchas cosas que deben obviarse de cara al futuro, a la igualdad y a la justicia, pero la sostenibilidad con la que se vivía no es una de ellas.

“Debemos aplicar criterios como cercanía, pequeña escala, tiendas de barrio, durabilidad, fácil reparación, segunda mano, alimentos ecológicos y de temporada, cooperativas de empleo, finanzas éticas… Y también, por #ética, no comprar ciertas marcas, ciertos productos. Consumir menos; consumir mejor.” Creo que en su texto @disenosocial lo resumen todo a la perfección. Ese debería ser nuestro objetivo: CONSUMIR MENOS. CONSUMIR MEJOR.

Más sobre: Economía Colaborativa, Cero Residuos, Economía del Bien Común.