¡Buenos días, amigxs!

El ser humano está lleno de matices. Creo que es algo que lo enriquece y lo hace único. Somos como un cambio climático constante y, a lo largo de un día, podemos experimentar alegría, ira, tristeza y miedo. Cuando hablo de las emociones, no hablo de ellas en su máxima expresión. «Alegría» no tiene por qué ser «euforia» y «miedo» no tiene por qué ser «terror». Lo primero puede estar debido a que hiciste el ejercicio que te habías propuesto y lo segundo porque vas a hacer una receta nueva y quieres que te salga bien. Hay días, sin embargo, en los que una de esas emociones lo copa todo y tiñe cada momento de un solo color. Si es la alegría no pasa nada porque todo el mundo quiere acompañarte cuando lo que haces es sonreír y celebrar. Pero, si es la tristeza la que te cubre de un gris ceniciento, solo algunas de esas personas se quedarán contigo, acompañándote, cogiéndote de la mano y diciéndote que no pasa nada, que estar triste está bien, que llorar desahoga, que puedes hacerlo sin miedo.

En la era de la felicidad sin importar si es real o no, del despeinado que cuesta dos horas de hacer para que parezca natural, del si tú estás mal yo estoy peor… todavía queda gente que se preocupa por los demás, que ayuda y apoya al que quiere sin importar lo que sienta, que te mira a los ojos y te dice: si estás triste, puedes estarlo conmigo.

Como siempre, si quieres ver la conferencia completa, pincha aquí. Vale muchísimo la pena.

¡Nos vemos!