¡Buenos días, amigxs! Tengo 44 años. Le llevo 27 a mi hijo mayor y 32 a mi hijo pequeño. Por lo tanto, nuestra relación es intergeneracional. He sido adolescente, como lo son ellos ahora, pero recuerdo muy poco de aquella época. Sobre todo, me acuerdo de emociones y de que eran mucho más intensas que ahora; también de risas, de esas de carcajada, y de que eran más abundantes que ahora.

No sé qué te pasaría a ti por la cabeza entonces, yo quería caer bien y llevarme bien con todo el mundo y me frustraba mucho que alguien me diese de lado sin motivo aparente o enterarme de que habían hablado mal de mí a mis espaldas. Nunca tuve mucho problema con la soledad porque en casa estaba muy a gusto y, si no me apetecía salir, no salía. Pero conocía a personas que no tenían esa suerte, que no podían quedarse en casa porque su casa era un lugar hostil y/o lleno de incomprensión. Imagínate pues a esxs chavalxs y su situación. ¿Con quién hablarían cuando tuviesen un problema que no les podían ayudar a resolver sus amigos? ¿A quién recurrirían? Esxs chavalxs también existen ahora y yo hago todo lo posible porque no sean mis hijos.

En esta charla no solo se habla con adolescentes, sobre todo se les escucha. Tienen muchas más cosas que decir de las que pensamos. Sus opiniones son mucho más contundentes de lo que creemos y su personalidad está más forjada de lo que imaginamos.

Tendemos a ser condescendientes con ellos, a pensar que sus problemas, por ser de adolescentes y nosotrxs verlos desde nuestra perspectiva de adultos, son problemas menores cuando deberíamos tratarlos como problemas mayores solo porque son SUS problemas y para ellxs son importantes.

Deberíamos hablarles de nuestros problemas también porque son capaces de escucharnos, de opinar de forma sensata y de darnos apoyo moral. Deberíamos contarles qué nos pasa por la cabeza para que vean que confiamos en ellos y que nos importa su opinión. Y, sobre todo, deberíamos hacerlo porque es la única manera de que ellos hablen con nosotrxs. Para que ellxs den, primero tenemos que dar.

Creo que es un vídeo muy esclarecedor que merece la pena ser visto en familia para que se desate una pequeña discusión, un pequeño debate, después de que finalice. Algo que dé pie a una relación más fluida e íntima entre padres, madres, hijos e hijas.

Como siempre, el vídeo de cabecera es solo un clip de 5 min. Si queréis ver el vídeo entero, pinchad aquí. Ya os adelanto que vale mucho la pena.

A mi yo adolescente le diría que la sensibilidad es hermosa, que es una virtud, pero que no hay que ser esclava de ella. Y que tuviese más arrojo; que creyese más en sí misma y en sus posibilidades. ¿Qué le dirías tú?

¡Nos vemos!