¡Buenos días, amigxs! ¿No os ha pasado que casi os volvéis locxs porque al preguntar a vuestrx hijx cómo le ha ido el día, qué es lo que ha hecho, qué tal con los amigos… te ha contestado: “Bien”, “matemáticas, historia, castellano…”, “Pues nada, hablar”? ¿O que has querido darle un beso a tu hijo (creo que son sobre todo los chicos) en un sitio público y te ha dicho: “¡Por favor, mamá!”? (Porque creo que somos, sobre todo, las mamás las que lo intentamos). Lo cierto es que estoy prácticamente segura de que todos hemos pasado situaciones como estas. Quieren estudiar solos aunque no se organicen bien, a veces da la impresión de que te llevan la contraria solo por llevártela, nos ven como bichos raros porque no son capaces de pensar que nosotros también tuvimos su edad… Pero, ¿y nosotros? ¿Somos capaces de acordarnos que una vez tuvimos su edad? Si nos ponemos a pensar, ¿llegaríamos a la conclusión de que actuábamos de manera parecida? ¿Nos daríamos cuenta de que ahora, como padres, estamos haciendo cosas que antes, como hijos, odiábamos que hiciesen nuestros padres? ¿Podríamos ponernos en el lugar de nuestros hijos? La adolescencia es una época difícil en la que encajar es casi más importante que sacar buenas notas; la presión social es mucho más fuerte o se siente de manera más evidente y profunda a esta edad porque les falta madurez y muchos sucumben ante el qué dirán o tienden a perder personalidad mimetizándose con el resto solo para no sentirse bichos raros entre la multitud.
Creo que fue el año pasado cuando colgué un vídeo, que me gustó mucho, en el que un escritor hablaba sobre la adolescencia (si quieres acceder a él, pincha aquí). Ahora he encontrado otro que también da algunas claves, muy concretas, para salir airoso de esta etapa. Para nosotros, como padres, es importante que ellos nos cuenten cosas. Necesitamos quedarnos tranquilos, saber que están bien, que sus amigos son personas normales que los aceptan, pero que no hacen barbaridades etc. Para ellos, como hijos e hijas adolescentes, es importante tener su intimidad. Sus amigos se han vuelto lo más importante del mundo; en su cabeza hay una lucha constante por definirse como persona e intentar encontrarse entre lo que le han enseñado sus padres, lo que le cuenta el instituto, lo que escuchan en los diversos medios (TV, RRSS) y lo que ellos piensan de verdad; muchas veces (y ahora hablo en general, siempre hay excepciones) no les dejamos colaborar en casa para que estudien, mentimos al maestro con una nota si no entrega el trabajo a tiempo para que no le riña o no le ponga un negativo, les pasamos un trabajo a ordenador etc pensando que así les estamos ayudando, pero es una sobreprotección que no les beneficia porque no aprenden a valorar la faena del hogar, la organización, la puntualidad, la responsabilidad… Así que, cuando entran en el mundo de los adultos, donde se les exige todo eso, lo hacen sin herramientas para defenderse porque nosotrxs, con toda la buena voluntad del mundo, no se las hemos proporcionado.
En fin, seamos más empáticos, pongámonos más en su lugar, permitamos que se equivoquen y que acarreen con las consecuencias de sus actos para que aprendan y lleguen a sus propias conclusiones, estemos ahí para cuando ellos y ellas nos busquen, implementemos las claves que nos proporciona la psicóloga Patricia Ramírez a ver cuáles nos funcionan y, sobre todo, disfrutemos de ellos porque son maravillosos. ¡Nos vemos!