¡Buenas tardes, amig@s! Adolescencia… La adolescencia es un periodo de desarrollo biológico, psicológico, sexual y social inmediatamente posterior a la niñez y que comienza con la pubertad. Es un periodo vital entre la pubertad y la edad adulta y su rango de duración varía según las diferentes fuentes y opiniones médicas, científicas y psicológicas. Su inicio suele enmarcarse entre los 10 y 12 años y su finalización entre los 19 y los 24. Esto es lo que nos dice nuestra gran amiga Wikipedia y en lo que coincide todo el mundo (más o menos). Pero si profundizamos en lo que nosotros conocemos como adolescencia (la de nuestros hijos e hijas que es la que nos toca de cerca porque es probable que ya ninguno recordemos la nuestra y lo que nos supuso) podemos concluir que es una etapa emocionalmente compleja y académicamente difícil tanto para nuestros hijos como para nosotros.
Todos, padres y madres, estamos temerosos de que llegue. Nos dan pavor sus arrebatos de ira, su vergüenza ajena (mayormente por cualquier cosa que nosotros podamos hacer), su necesidad de espacio y autonomía (lo que equivale a su ausencia casi permanente por aislamiento en su castillo particular, su habitación), su aparente falta de confianza en los que antes eran sus héroes (o sea, nosotros), sus ganas de hacer lo que les gusta (que nosotros confundimos con falta de responsabilidad y habrá casos en los que sea así, pero no es la generalidad), su “llevarnos la contraria porque sí” aunque, en realidad, no es porque sí, es la respuesta de su cerebro a la necesidad de encontrar su propia voz, su opinión sobre el mundo y lo que sucede en él, afianzar su carácter y personalidad… Y un millar más de cosas que conlleva pasar por esa etapa para llegar a la edad adulta y que nosotros, y ellos, sorteamos y manejamos como mejor sabemos y podemos.
Ahora (bueno, hace ya algún tiempo), no se tiene muy buena opinión de los adolescentes, pero nosotros, los adultos, tampoco ayudamos. En vez de darles responsabilidades se las quitamos, en vez de enseñarles a sacarse las castañas del fuego por ellos mismos somos nosotros los que vamos a sacárselas, en vez de mostrarles estrategias para que resuelvan sus propios problemas los apartamos para resolverlos nosotros mediante nuestras habilidades, no potenciando las suyas. Lo hacemos desde el amor y pensando que les ayudamos, sin embargo, la realidad es que no les facilitamos las cosas, se las ponemos más difíciles porque eliminamos la posibilidad de obtener las herramientas que necesitarán en el futuro, cuando ya no estemos ahí para hacerlo todo nosotros.
Pero no siempre nos equivocamos, hay veces que hacemos las cosas bien y entonces su mundo se ilumina y ellos brillan como solo los adolescentes saben hacerlo. Aquí, en este video de Nuria Pérez, tenéis tres casos de tres adolescentes asombrosos que podrían ser cualquiera de nuestros hijos e hijas porque si estamos ahí para ellos pero no por ellos (“en sustitución de”, quiero decir), los adolescentes pueden conseguir cosas maravillosas. Nos animo (a vosotros y a mí) a dejar de tratarlos como niños y a empezar a tratarlos como personas, como entidades únicas y valiosas que pueden llegar a convertirse (como de hecho lo harán) en adultos maravillosos. ¡Nos vemos!
Aquí os dejo otros dos enlaces a dos videos de cinco minutos que son también muy interesantes.
¿CÓMO FUNCIONA EL CEREBRO DE UN ADOLESCENTE? David Bueno, biólogo y genetista
PONER UNA ETIQUETA A UN NIÑO ES MUY FÁCIL, QUITÁRSELA NO. Alberto Soler, psicólogo