¡Buenos días, amigos! Todxs tenemos una lucha continua para despegar a nuestrxs hijxs de las pantallas y, a veces, sentimos que es una batalla perdida. Se han educado con ellas, han crecido rodeadxs de ellas y, últimamente, viven mucho más a través de ellas.
Creo que tenemos claro que las tecnologías no son el enemigo, pero mal usadas o a una edad muy temprana, por ejemplo, cuando los niñxs todavía no saben distinguir lo que es privado de lo que es público, lo que es falso de lo que es verdadero (o buscar la forma o el interés de contrastar esa información que les llega), no han desarrollado la capacidad de gestionar su tiempo y sus impulsos o emociones, no tienen un proyecto vital: quién soy, qué es lo que busco y qué es lo que no busco… pueden resultar perjudiciales y peligrosas.
Muchxs sienten que su identidad se reduce a su huella digital y, algunxs, se esfuerzan porque esa huella sea perfecta (o lo que ellxs sienten como perfección) alejándose la mayoría de las veces de su identidad real y, por lo tanto, falseándose a sí mismxs con lo que eso conlleva internamente.
En palabras de la doctora Catherine l’Ecuyer: «La mejor preparación para el mundo online es el mundo offline» y no podría estar más de acuerdo. Como padres y madres debemos ofrecerles alternativas al mundo digital donde se incluyan: la naturaleza, las relaciones sociales, los juegos… Muchas de ellas pueden combinarse entre sí y siempre será beneficioso, no solo para ellxs sino también para nosotrxs.
Todxs estamos metidos en esta vorágine que es el mundo actual y no siempre encontramos el momento para detenernos y observar a nuestro alrededor, para fijarnos en nuestrxs hijxs y en nosotrxs y ver qué es lo que falla o qué es lo que necesitamos aportar o qué hay que aparcar un rato. Sin embargo, no deberíamos permitir que la inercia sea la excusa perfecta para no hacer nada porque hay cosas que merecen el esfuerzo que supone frenar y, en muchas ocasiones, nadar contra corriente.
¡Nos vemos!