¡Buenos días, amigxs! ¿Quién no ha sentido miedo alguna vez? Y, más importante aún, ¿quién no se ha quedado paralizado por culpa del miedo?
El miedo es una emoción que nos salvó (y todavía lo hace en según qué situaciones) cuando vivíamos en campo abierto y estábamos a merced de depredadores mucho peores que nosotros mismos. Es una emoción que nuestro cerebro reptiliano utiliza cada dos por tres para impedir que hagamos cosas nuevas: nuevos caminos para llegar a casa, nuevos deportes, nuevas dietas alimenticias… Cualquier cosa nueva es susceptible de ser proscrita por tu miedo. Y hay ciertas cosas con las que podemos no vivir, aunque seríamos más felices implementándolas, pero hay otras en las que necesitamos ser valientes y actuar a pesar del miedo porque de ello depende un trabajo, una salud óptima (o mucho mejor que la que tenemos), un futuro prometedor para nuestrxs hijxs… Por eso es importante, una vez te das cuenta de que el miedo te habla y te dice que no hagas esto o lo otro, tirar del hilo hasta dar con la afirmación en la que se sustenta ese miedo. Una vez la encuentras, es mucho más fácil analizarla y rebatirla. Argumentar de manera que tu cerebro entienda que, aceptas y agradeces a tu miedo lo que quiere hacer por ti, pero que tus ganas y la recompensa de dar ese paso adelante, son mucho mayores que este.
El miedo siempre estará ahí, cada vez que des un paso adelante, fuera de tu mundo conocido, así que debes aprender a vivir con él y no dejar que te paralice.
Haz lo que quieras hacer, aunque lo hagas con miedo. Conforme practiques, aceptes tu miedo y actúes a pesar de él, irás aprendiendo a controlarlo.
A veces te atacará poniéndote delante la peor de las situaciones posibles (algo que no ha pasado y que no sabes si pasará, pero que te aterra que pase). En ese momento, simplemente, debes decirte: «Cuando llegue, ya me ocuparé de ello». Y estoy segura de que, si llega, serás totalmente capaz de ocuparte.
El problema del miedo es que, si nunca te enfrentas a él, vivirás la vida del miedo en vez de vivir la tuya y muchas de las cosas que podrías haber conseguido se quedarán en un «y si…» perpetuo.
No sé tú, pero el remordimiento y la pena por no haber hecho algo es, para mí, mucho peor que el pesar por haberlo hecho y haber fracasado. Cómo te decía en el artículo anterior: «O me sale bien o aprendo, pero no fracaso». Si ese es nuestro mantra, nunca nos dará miedo equivocarnos o fracasar porque eso será lo que nos acerque a donde queremos estar.
Espero que esta reflexión te haya ayudado a ver esta emoción de otra manera, a sentir que puedes vivir tu vida, aunque sea con miedo.
¡Nos vemos!